martes, 10 de julio de 2012

Diario de un film 10: límites


¿En qué momento uno empieza a ser soberbio?
Digamos, ¿es un acto de soberbia encarar el proyecto haciendo guión, dirección, fotografía, cámara, producción y montaje?


El tema crucial es que objetivamente estoy capacitado para hacerlo, es decir que estudié y tuve experiencia en todos esos rubros. Si bien con el tiempo me dediqué al montaje, antes tuve experiencia profesional como camarógrafo y también algún corto como director de fotografía. De hecho con este “sistema” hice cuatro cortometrajes cuando era chico y adolescente. De alguna manera es algo natural. Mi amigo Mariano De Rosa, director de las películas Mala época y Aguas Verdes, vino una noche a ayudarme y sinceramente en algunos momentos tenía poco trabajo, mientras que yo no paraba un momento.
- Eh! Delegá! – me demandaba con sano juicio.
Pero yo brevemente le explicaba que esta filmación era así. Descubrí que en un ambiente tan controlado es mucho más engorroso guiar a alguien con palabras para que mueva un farol, que directamente subirme a un banquito y moverlo yo mismo. Es algo más instintivo. Es como si un pintor tuviera que poner en palabras la dirección que tiene que tomar un pincel. 


La industria del cine nos llevó a esta división de roles, que básicamente hace que en una filmación haya poca gente que trabaja al mismo tiempo, y mucha que espera horas por los cinco minutos en que debe ocuparse de lo suyo. Por supuesto que el sistema tradicional garantiza una calidad más alta que el “hagotodoyo” pero también hace que las filmaciones sean complicadas, largas y caras.
Por supuesto que todo depende de el proyecto. En La Noche del Chihuahua era imposible tener las doce personas que conformaban los equipos de dirección, cámara y fotografía en Fantasma de Buenos Aires. Sinceramente no tendrían lugar físico para estar ni trabajo para hacer. Por otro lado el costo de hacer todo el trabajo entre una o dos personas es que cada tanto aparece algún error de continuidad o algún fuera de foco, pero me parece un precio pequeño a pagar.


Pero volviendo al principio ¿en qué momento uno se vuelve soberbio? Sencillamente cuando quiere hacer lo que no sabe.
En un momento quise hacerme cargo del maquillaje del Hombre-chihuahua, porque un realizador de FX con quien me había reunido, que había puesto la mejor onda, veía el proyecto con la lógica del cine industrial, y por ejemplo, exigía estar presente en el rodaje para supervisar constantemente el maquillaje. Si bien su postura era perfectamente comprensible y responsable, no entraba en el sistema de la película. Esto se iba a filmar en mi casa, y por ejemplo en medio de una toma podían aparecer mis hijos en pijama. No podía tener a alguien desconocido, buena onda pero desconocido, sentado en una silla tres horas para retocar dos pelos de un postizo.
Así que quise encargarme yo. Me fui al Once y compré una peluca, unas orejas de cotillón y unas careta de animales de goma eva, convencido de que iba a hacer algo simple, piola y copado. En algunos ratos me dediqué de a poco a eso y fui armando algo que en un momento fue prometedor, pero que una vez terminado era una porquería. Una cosa era que la película fuera una comedia, y otra que fuera bizarra de manera no intencionada. Y para colmo perdí tiempo y se acercaba el día en que el chihuahua tenía que entrar en acción.
Mi mujer tomó la posta y terminó haciendo algo mejor, pero que tampoco funcionaba. Claramente estaba siendo negativamente orgulloso y ella me lo hizo ver.
Así que contacté a otro realizador de FX, en este caso César Castillo, pero de entrada le expliqué de manera más clara y concreta qué necesitaba: sólo una prótesis de hocico de perro, más parecido al de un Schnauzer que al de un chihuahua. 
Por supuesto que le preocupó no estar en rodaje para controlar la adherencia de la prótesis, para la que se usa un pegamento especial llamado mastix, que tiene un proceso un poco más complejo que el del cemento de contacto, pero entendió cómo venía la mano y nos explicó cuidadosamente a mi mujer y a mí cómo usar el pegamento especial.


La prótesis que nos hizo, en apenas tres días de trabajo, quedó muy bien y nos salvó el rodaje.
Pero nuevamente la lógica del sistema industrial se muestra como una especie de burocracia que hace todo lento y engorroso, porque no hizo falta dedicarle un cuarto de hora a pegar la prótesis con mastix, ni dos horas de maquillaje como me decían antes. El hocico se lo pegamos con cinta adhesiva doble faz y quedó joya.
A eso le agregamos la peluca con orejas de peluche que hizo Jesica y listo.
Tiempo de maquillaje del hombre-chihuahua: cinco minutos.
Ahora si. Como en casa.